Estamos acá...

Son las doce y media y mi alma se está debatiendo entre seguir o morir. Tengo miedo, bebo agua, y siento los dientes morder. La noche se proyecta por el ancho mundo, unos grillos insisten con su presencia. Recibo una llamada que me devuelve al planeta tierra, son amigos que están perdidos en la galaxia de la existencia y la sustancia. Lloró, estoy feliz después de escuchar sus voces invitándome a subir. Hoy no, no puedo…no me siento en mi cuerpo, ya que en el colchón, los gritos del día arden empujados por los manotazos de otro naufrago. Hoy no quiero morir. Los recuerdos de esos locos, de esos días yendo por el hilo pentagrama de la noche eterna, de los pasos perdidos al amanecer del melón con vino, de la guitarra en cualquier esquina, de la canción que forma parte del ser, de los negros golpes de terror por las venas calidoscópicas, de la mismísima muerta corriendo por la avenida embriagada con nafta, y ese aceite del cielo en los brazos picados por el spray del aerosol; en la pared invisible del presente. Eso es ayer, y hoy, mis oídos están tapados, me zumban demoliendo mis nervios, mi locura crece, la vida tiene que continuar, pienso, después de apretar las teclas y ver como se ensucia de enigmas el blanco de la pantalla. Hoy no quiero morir. Mañana quiero estar con mis amigos. Pasaré la noche, con cualquier cosa que me ayude a pasarla. El amor se cierne, la inmensidad no ha ganado el hoy. Mañana será otro día, la canción siempre es la misma. Voy a sumergirme en la sombra con los ojos bien abiertos, quiero unir las fronteras para entender el porque de todo esto, y sentir que los días se puede contar hacia delante y no sentir que el orificio va engordando hasta que nuestra alma es esnifada por ella. Que antes de que se produzca la unión de los dos cuerpos, antes de que den las nueve lunas, antes de que los pulmones ardan por el aire que respiro, antes de que yo me este debatiendo por ella o seguir, ella, ya existía, ella ya estaba aquí esperando por todos.