El auto no era nuestro, es decir, era robado. Lo primero es lo primero, por que tampoco no matamos a nadie y mira que hay gente que se lo merece, pero no, nosotros solo nos subimos a ese auto, “que ya se que no es nuestro” y bueno, es nuestra existencia y nos subimos a ese auto y arrancamos y no se nos olvido decir, que no es nuestro auto, que es robado. Lo dijimos.
El sol flotaba drogado en el cielo de los muertos de todos los putos días. Íbamos ahora en el coche robado a robar un cerdo, para coronar el comienzo de un fin de semana de película. El granjero se comió semejante saque por hacerse el chorizo, “que quedo aplaudiendo con las orejas”, después de ese palo se quedo tranquilito. Puede que haya estado mal, pero le afané una par de hojitas de afeitar, no es cosa de salir como un gato viejo. El vino era un trapiche de la cosecha del 81, “del día que yo necesite y nadie me necesito, ni mi vieja. Nací y me dieron a la vida y chau”. También nos llevábamos un par de embutidos caseritos y galleta. Ahora el sol estaba completamente dado vueltas, como nosotros, en ese coche con un cerdo muerto en el baúl. Trescientos Km. Hicimos, y paramos. Nos mandándonos por una tranquera abierta al medio de un bosque en el medio de un campo. El sol ya estaba afónico y mañana podía ser un gran día, solo si el gallo se sacaba cuando lo presentase. Ahora el fuego de las brazas nos estaba dando calor y el chancho colgaba estacado medio metro arriba de la tierra que gira y gira. El vino y la marihuana nos dejaba los labios morados y en los ojos todo el rojo y todo el sueño del guerrero. “No será un bosque encantado, pero es un bosque”, dijo el negro. Y todos entendimos lo absurdo, y todos vimos un búho (que bicho raro) largarse al aire y a perderse por los árboles. El rengo decía que “si el chancho se cocinaba y quedaba rico” él iba a dar la solución para arreglar el mundo. Marcos se lamentaba de no a ver manoteado las botellas de tequila que tenía el granjero y ahora decía en vos alta “que no tengo perdón, joder”. Yo, estaba tocando la guitarra, haciendo acordes, embrujado y salvaje. “Tócate Sin documentos”, me pidió el rengo echando brazas, y ahora poniendo el chancho sobre una chapa para ver si así funciona.
miércoles, 15 de octubre de 2008
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario