martes, 11 de noviembre de 2008

TAPITAS PARA EL GARRAHAN

Se llega por una escalera bajando, bien al sur. Unos tubos finos luminosos forman una botella de cerveza. La sala, es pequeña: a la derecha está la barra, a la izquierda el karaoke y los radicales como siempre, en el baño de las mujeres.
“LO DE SANDRA” dice escrito con aerosol en la ultima pared. Hasta ahí se puede huir, después…“Mentiras, mentiras, mentiras ¿a dónde fuiste? ¿A dónde fuiste?...”
“Dos y media”, me dijo un tipo mirando su celular, rodeado de veleros en forma de mujer, hoy; mar adentro.
“¡Me haces un fernet!” Respondí a la pregunta que me hizo la rubia desde la barra. (Sus tetas amables y jóvenes no hacían juego con las arrugas que surgían del cuello; pero estaba sostenida por unas piernas que más de una prima ni siquiera podría imaginar. Con la mañana, me desayunaría, que está, era Sandra o, “La Sandra”, como se la conoce mejor)
Desde el cuadrilátero, copa en mano, frente al tenor cumbiero disparador de karaokes. Ahí estoy yo…hamacándome en el cielo…
En el medio la masa. Unos treinta o más. “indisoluble la especie humana ahí”
Una pendeja me hace señas con la cabeza y las manos invitándome a bailar. Yo, “sonrió”. Es muy linda, ¡me sorprende!, es una de las mejores intimidades que he recibido por parte de una mujer en este último año.
¡Me siento bien, muy bien! Pido otro fernet…Sonrió, solo en esta morada, guerrero a las tres de la madrugada, poco a poco convenciéndome de que el paraíso es más fácil de imaginar que una manzana.
Niño salvaje que vive en la penumbra…

“Te sentirás mejor cuando cojas, Lucas”…me había dicho mi chiflado abuelo.
“También podría irme a vivir algún pueblito y ser bombero”, pensaba yo.
“Quiero que me mates, quiero que me mates de amor…”cantaba el oso del lavadero que de noche se vestía de rey cumbiero…jefe de las pistas…líder de la orquesta estable de los borrachines…cumbia corzo y puterío… ¡Salud!
Con el boleto en mano, me agarré de un banco para no caerme. Y si lo pienso es peor, ya que por el corazón pasan todas las miserias.
“Nunca se a donde voy”.
Por la sucia ventanilla el sol, amanecía y ahí estaba en la ruta, en el camino.
“Por mucho que me haga el elegante, me estoy encogiendo como un mono”

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